miércoles, 9 de noviembre de 2011

La proeza frustrada de Maiya Maneza

Conocemos grandes prodigios deportivos, pero ayer asistí a un momento que me impactó y que merece ser explicado. Sucedió en el Mundial de Halterofilia que se está disputando en Disneyland París y pareció un sueño, aunque terminó en pesadilla. La rusa Svetlana Tsarukaeva tenía prácticamente colgada al cuello la medalla de oro del Total en categoría 63 kilos. La distancia respecto de la que parecía subcampeona, la kazaja Maiya Maneza, gran dominadora de la especialidad hasta este año, era enorme, insalvable. La modalidad de Arrancada había provocado dicha diferencia.

En Arrancada, la rusa tiró 117 kilos, un registro tan extraordinario que supuso nuevo récord mundial de la especialidad. No un récord cualquiera, además, pues la anterior plusmarca databa de 2005, cuando la tailandesa Pawina Thongsuk logró 116 kilos en una especialidad con poco movimiento, ya que el récord anterior (logrado en Atenas’04) era de 115 kilos, de la bielorrusa Batsiushka. Con la nueva plusmarca en el bolsillo, Tsarukaeva (62,17 kilos de peso corporal) se las prometía muy felices pues había dejado bastante atrás a la china Xiaofang Ouyang (113) y aún más a kazaja Maneza (109), su mayor adversaria, decepcionante en este apartado. Ocho kilos en un solo movimiento es una ventaja enorme en halterofilia.

Así que acudieron al movimiento final, el Dos Tiempos. La china Ouyang no pudo levantar más de 133 kilos, la rusa Tsarukaeva se aseguró unos magníficos 138 kilos y la kazaja consiguió 139 en su segundo intento. En la suma de ambos movimientos, la rusa tenía 7 kilos de ventaja, lo que parecía inalcanzable para el tercer intento de Maneza. Entre otras razones porque el récord mundial de la especialidad, en poder de la kazaja, está en 143 kilos desde el Mundial del año pasado (Antalya). ¿Qué hizo Maneza en su tercer intento? Pedir lo imposible: 147 kilos, cuatro más que su plusmarca universal. ¿Por qué 147? Porque necesitaba recuperar no siete, sino ocho kilos ya que tenía un peso corporal (62,31 kgs) superior al de su rival. De haber colocado 146, habrían empatado en el total, pero la rusa sería medalla de oro.

Por tanto, Maneza pidió 8 kilos más que los 139 que había levantado en el segundo intento y, al mismo tiempo, cuatro kilos más que su récord universal. Maticemos un detalle: desde 2003, en que el récord mundial estaba en 138 kilos (Natalia Skakun), todas las mejoras posteriores lo han sido de kilo en kilo (Shimkova 139, Thongsuk 140, Shimkova 141, Thongsuk 142, Maneza 143). Estábamos, por tanto, ante un desafío histórico: cuatro kilos más que el récord vigente. Una apuesta sin riesgo (Maneza ya era subcampeona total y oro en Dos Tiempos), pero con el premio de una proeza sublime.

Concentración, consejos de los entrenadores, motivación máxima, silencio sepulcral… y un primer movimiento errado y falto de precisión. Nulo, final de la lucha. Maiya Maneza se retira cabizbaja del escenario, recibe los ánimos de su equipo y acude a felicitar a la campeona Tsarukaeva. De pronto, y ya ha transcurrido más de un minuto desde el fatal desenlace, algo ocurre. Llegan oficiales, hablan con los entrenadores, se organiza un gran jaleo y la kazaja se despoja del chándal, como preparándose para repetir el intento.

La televisión nos aclara lo ocurrido: los ayudantes de los jueces han colocado mal las halteras y, en lugar de 147 kilos sólo han cargado 146 y de modo asimétrico. A la derecha de la barra de 20 kilos han cargado 63,5 kilos, pero a la izquierda sólo 62,5. Falta un kilo, en el extremo izquierdo de la barra. Es decir, el intento no puede darse por efectuado y hay que repetirlo. Esta vez, por descontado, con el peso exacto de 147 kilos. Oportunidad inesperada, requiebro del deporte.

Aunque, pensándolo bien, si Maneza no ha podido con 146, ¿cómo conseguirá levantar 147? Imagino que eso es lo que esta chica de 26 años le pregunta a su entrenador, que le da golpecitos en los hombros, animándola, casi a gritos, reclamando un esfuerzo inédito, llamando a energías invisibles para dicho movimiento sobrehumano. Vuelve al escenario, silencio de nuevo, primer movimiento perfecto, barra en reposo clavicular, tensión máxima y los dos brazos arriba para levantar sobre la cabeza esa estratosférica masa de hierro. Torsión del cuerpo, pequeños pasitos, barra arriba, venas hinchadas, sí, no, Maneza resiste uno, dos tres segundos en la posición y estalla de júbilo. 

Y con ella, su equipo, que la levanta y estruja en una felicitación tan hercúlea como la obra que acaba de realizar, pulverizando cuanto había que romper. Pero en pleno éxtasis llega el bombazo. Los círculos de los tres jueces permanecen en rojo. Rojo mortal. Intento nulo. Proeza suspendida. Mazazo para la kazaja, lágrimas y desespero. Y la televisión, nuevamente, nos muestra la auténtica realidad: su brazo derecho no estaba perfectamente estirado en el segundo movimiento, con las halteras sobre su cabeza. Ese codo se flexiona una, dos y hasta tres veces, incapaz de soportar el peso, movimiento no permitido.

Así que en cinco minutos vivimos todos los escenarios posibles del deporte. La victoria segura de la rusa Tsarukaeva, el reto imposible de Maneza, su intento fallido y la decepción consiguiente, el error logístico, la esperanza por una nueva oportunidad, el intento prodigioso, la euforia exuberante, la proeza indescriptible, la sentencia cruda, la decepción inmensa. El deporte.

Fotos: Benoit Tessier (Reuters) / Hannah Johnston (Getty) / Eurosport

1 comentario:

  1. Que bo que ets Martí (si se'm permet)! Contat així fas fascinant un esport tan minoritari i desconegut per a la majoria dels mortals com la halterofilia.
    Gràcies per fer-nos partíceps.

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